Hace unos cuantos años (aunque tampoco tantos), la madera era un material impensable para los suelos de exterior. La razón es evidente: entonces en nuestro entorno se desconocían las maderas tropicales, que aguantan perfectamente la estancia a la intemperie. Con las típicas tablas de pino era imposible revestir un suelo de exterior sin que terminase lleno de moho, o directamente inutilizable.
Sin embargo, hace unas décadas desembarcaron en España todas estas especies: teca, ipé, iroko, elondo, balau… Especies que, al principio, se utilizaron para realizar muebles de exterior; y después, siguiendo el modelo americano, también se empezaron a usar para solar terrazas y jardines.
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