Salones blancos: tres propuestas


El blanco en las paredes nunca falla. Si hace unos cuantos años todos nos volvíamos locos por los colores (¿recordáis la pasión por los amarillos ocre y los tonos salmón?), después llegó el minimalismo y las paredes recuperaron su blanco primitivo. Siempre con alguna de ellas aportando el toque de color, bien empapelada o pintada: pero con el blanco como tono (o no-tono, más bien) dominando los espacios.

Las paredes blancas aportan luz y amplitud visual, pero demasiado blanco puede crear espacios anodinos, fríos y aburridos. Fíjate cómo se ha enriquecido la decoración de estos salones blancos con buenas ideas.

La primera imagen nos trae el toque retro que tanto nos gusta últimamente. En este caso, el papel pintado es el protagonista y el encargado de animar las paredes. La mesa de centro años 70 es divertida, y su encimera de cristal resulta ligera y atractiva. La combinación de verde seco y naranja con blanco, junto con el suelo de madera clara, es todo un acierto.


Este salón estilo años 90 es muy funcional y luminoso. En este caso, es la chimenea negra la que rompe la monotonía con su rotunda presencia. Si no tienes chimenea, puedes conseguir el mismo efecto con una librería negra o gris antracita, o empapelando (o pintando) parte de la pared en ese tono. Las pinturas con efectos vendrán en tu ayuda. La mesa de centro, en este caso, es auténticamente minimalista: un sobre de cristal blanco sobre cuatro listones de madera oscura.


Para terminar, este precioso salón a medio camino entre lo rústico y lo moderno está lleno de ideas. Desde la piedra de la pared de la izquierda, que puede imitarse de forma sencilla y eficaz con las socorridas plaquetas decorativas que imitan piedra; hasta las vigas del techo, que también pueden ser “falsas vigas” de porexpán coloreado, los detalles son lo que da vida al salón. Complétalo con un sofá de líneas rectas en color blanco y una alegre alfombra en tonos rojos, naranjas y cres.

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