La madera de pino tiene numerosas aplicaciones para el hogar. Aunque es poco recomendable para muebles y suelos por ser poco resistente, sí es muy útil en estructuras o rastreles, incluso puede utilizarse en ambientes de exterior dependiendo de la especie.
El pino silvestre suele utilizarse en tablas y tablones, el pino gallego para encofrado y el pino radiata para madera larga y corta. Sin embargo, para lo que más se utiliza es para ser una estructura. Su durabilidad es superior a la de otros materiales y colocándose bajo el parqué permite los movimientos naturales de la madera, algo que se echa en falta cuando lo que se tiene es una estructura fija de hormigón, lo cual puede terminar con más de una ruptura.
La mayoría de especies de madera de pino son ligeras, fáciles de trabajar y blandas o semiblandas. Lo peor de todo son los nudos que hacen que el riesgo de que la madera se agriete o se deforme se incremente. En esos casos lo mejor es eliminarlos para unir varios trozos sanos.
Todo esto hace que sean muy sensibles a hongos y otros insectos xilófagos, por lo que es fundamental llevar a cabo una serie de tratamientos si lo que se busca es utilizarla en ambientes exteriores. Se recomienda no utilizar madera de pino en lugares que están constantemente en exposición a la intemperie si no se utiliza antes un producto protector. La configuración de la madera y los conductos internos hacen que sea más fácil impregnarla con productos apropiados. Eso sí, antes de aplicarlos deberemos comprobar que el proceso de secado ha sido correcto y que carece de humedad.