Para crear texturas en las paredes podemos optar por el estuco veneciano, muy apropiado para paredes con desperfectos y en mal estado. Este es capaz de disimular y esconder las imperfecciones gracias a su gruesa consistencia, normalmente de entre 2 y 3 milímetros.
Para realizar un estuco había que mezclar varios productos. Hoy en día, ese problema ya no existe porque se comercializan productos preparados y listos para ser aplicados. Son fáciles de aplicar, resistentes a la suciedad y muy fáciles de aplicar siguiendo una serie de pasos.
Lo primero que hay que hacer es extender el producto con un rodillo texturizado y alisar la superficie con una espátula de plástico. Para que la pared quede rugosa e irregular, lo mejor es ir cambiando la dirección de los trazos con relativa frecuencia. Estos productos preparados tienen un tiempo de secado mayor que las pinturas con texturas, por lo que no será imprescindible trabajar lo más rápido posible.
Más tarde tendremos que aplicar una segunda capa del producto. Lo haremos distribuyendo por la superficie pequeñas cantidades similares al tamaño de una nuez. Las repartiremos con pequeños trazos en direcciones distintas, algo similar a lo que habremos hecho con la primera capa.
Cuando la superficie esté seca, tendremos que bruñirla. Esto quiere decir que tendremos que frotar la pintura con una espátula seca y limpia hasta que veamos que hemos conseguido el brillo sedoso que suele caracterizar a este acabado. Para saber si lo hemos hecho bien, podremos utilizar el truco del mechero. Lo acercaremos a un metro de distancia de la pared y observaremos si la llama se refleja con nitidez. Si es así, el trabajo hecho habrá sido el esperado.