Era uno de los entretenimientos de nuestra infancia: hacer girar y girar la bola y, de repente, detenerla poniendo el dedo en un punto al azar. Podía ser Tanzania o Sebastopol, Mongolia o Perú. El caso era tomar la réplica para un sinfín de juegos y aventuras.
Las bolas del mundo conservan esa belleza a pesar del paso del tiempo, y son una estupenda alternativa para decorar tu casa. Solamente tienes que procurar integrarlas en el espacio, para que muestren esa pátina de recuerdos de infancia y levanten pasiones.
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