Durante mucho tiempo, el color negro estuvo proscrito en la decoración de las casas. Se podían encontrar, eso sí, detalles y accesorios, pero una pared negra era (por ejemplo) algo que levantaba encendidas expresiones de horror cuando se mencionaba la posibilidad de incluirla en los espacios. Afortunadamente esos tiempos van pasando, y poco a poco nos encontramos con más ejemplos de cómo el color negro, sobre todo combinado con el blanco, puede generar espacios elegantes, relajantes, sobrios y con estilo.
A continuación te ofrecemos algunas pautas para que puedas decorar tu casa o alguna de sus estancias con los llamados no-colores: blanco y negro.
Lo más importante es saber distribuir los dos tonos (el máximo contraste posible) de forma que ambos queden equilibrados. No cabe duda de que el blanco debe predominar, sobre todo en los techos: un techo oscuro crea sensación de ahogo y oscurece el ambiente, al no reflejar la luz. Las paredes ofrecen más posibilidades: Podemos pintarlas de blanco en su mayoría, y reservar el negro para, por ejemplo, la parte central de la pared principal. Un buen ejemplo lo tenéis en esta ilustración, donde la pared de la televisión se ha decorado con un recuadro central en color negro. En realidad se trata de un módulo, pero pintando o empapelando la pared se obtiene un efecto similar.
Más discreta es la combinación de esta impresionante casa. Las paredes son blancas y el negro se ha reservado para detalles discretos, pero evidentes. Las huellas de los escalones, por ejemplo, así como la barandilla de la escalera y la carpintería de las ventanas. Los umbrales de las puertas y las vigas del techo son también negros (o por lo menos, oscuros). Un consejo: el suelo sí es una superficie perfecta para este no-color. Pizarra, cerámica o madera teñida ofrecen siempre excelentes resultados, aportando un toque vanguardista e intemporal.