La limpieza forma parte de nuestras vidas. Nos guste más o nos guste menos, cada semana tenemos que ponernos manos a la obra para dejarlo todo como los chorros del oro.
La cocina es una de las zonas que requieren más trabajo, aunque no todas sus partes se limpian de forma semanal. En el olvido suelen caer electrodomésticos como el horno, que al no ensuciarse con tanta facilidad nos permite posponer su limpieza. Eso sí, no hay que pasarse y hay que esforzarse para dejarlo como nuevo, para lo que te recomiendo poner en práctica lo consejos que menciono a continuación.
¿Cómo es tu horno?
Antes de empezar es bueno conocer las características que tiene el horno, ya que eso puede facilitarnos la labor. Hay hornos con función de autolimpieza, que son los que se conocen como pirolíticos.
El milagro lo obra la pirólisis, ya que se encarga de descomponer los restos de suciedad a una temperatura de 500ºC una vez retirados los raíles, las gradas y las parrillas del interior. La materia orgánica se convierte en CO2 y la materia inorgánica se convierte en cenizas. Se recomienda recurrir a dicha función cada 10 usos, lo que suele equivaler a entre dos y tres meses. Cada proceso de pirólisis se calcula que cuesta unos 0,50 euros.
Utiliza productos naturales
Si no tienes la suerte de contar con un horno pirolítico, tendrás que prepararte para la limpieza a mano. En primer lugar puedes optar por productos naturales, y si ves que no dan resultado te recomiendo recurrir a productos comerciales.
Limón: El zumo de limón tiene es un antibacteriano y antiséptico con un poder desengrasante excepcional. Basta con exprimir dos o tres limones dentro de una cacerola para obtener resultados. Dicha cacerola debe calentarse en el interior del horno durante media hora a 250 grados. Pasado ese tiempo, solo tendrás que limpiar las paredes con un trapo.
Sal: Desinfecta cualquier horno empleando una mezcla de medio litro de agua con 250 gramos de sal. Hay que extender dicha mezcla por las paredes del horno y dejar que actúe durante unos 20 minutos. Acto seguido hay que enjuagar con una esponja o un trapo húmedo.
Vinagre: Sabemos de sus cualidades antibacterianas y de su capacidad de eliminar la suciedad, motivo por el cual se utiliza mucho más allá del horno. En este caso recomiendo utilizar un pulverizador para impregnar las paredes del horno, que deberá estar en funcionamiento durante unos 10 minutos a una temperatura de 120 grados. Lo siguiente será retirar la suciedad con una bayeta húmeda.
Bicarbonato de sodio: Es otro producto natural que puede ayudarnos. Digamos que amplía el potencial del vinagre aplicado en una mezcla de una cucharada en un vaso de agua. Si también añades vinagre, verás que se crea una espuma blanca que te ayuda a retirar la suciedad sin esfuerzo.
Si no ves resultados lo suficientemente convincentes con estos productos naturales, prueba con un limpiador de fabricación industrial rociando las paredes del horno. Con un estropajo metálico mojado en agua caliente o templada deberías eliminar los rastros de comida acumulados. En este caso no hay que encender el horno, pero sí que hay que dejar que actúe durante el tiempo que recomienda el fabricante.
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