Muchas personas piensan que para renovar una pared empapelada revistiéndola con pintura es imprescindible arrancar el papel de las paredes. Desde luego, si no es demasiado trabajo es sin duda la mejor opción, pero hay ocasiones en las que realmente no merece la pena. Cuando son muchas las paredes empapeladas y el revestimiento se encuentra en buen estado, a veces es posible renovarlas de forma que no se note que bajo la pintura hay un papel estampado.
Pero lo que sí es cierto es que es muy importante que la superficie (es decir, el empapelado) se encuentre en óptimas condiciones antes de aplicar la pintura; y si no lo está, la tendremos que arreglar para asegurarnos de que nuestro trabajo posterior no será en balde.
Primer paso: preparar la pared
Si ya has decidido no arrancar el papel, empieza comprobando atentamente si éste se encuentra bien pegado y no presenta arrugas, burbujas de aire o esquinas levantadas. Las uniones entre tiras suelen ser los puntos más conflictivos. Si ves que hay zonas levantadas, coge un poco de cola para empapelar y pégalas perfectamente. En zonas donde haya burbujas o arrugas, no dudes en cortar el revestimiento con un cúter afilado y levantar las esquinas para poder pegarlas con seguridad. Las grietas o faltas puedes rellenarlas con una fina capa de pasta tapagrietas, que después lijarás para igualar.
Segundo paso: la pintura
Antes de aplicar la pintura escogida, da dos manos de imprimación (selladora acrílica) sobre el papel. Deja secar entre mano y mano, y después, durante un día. Además de favorecer el agarre de la pintura, la selladora también ayudará a ocultar los motivos estampados si los hubiera. Para pintar, escoge siempre una pintura de buena calidad: a ser posible, de tipo “una capa”. Son las más cubrientes y evitarán que tengas que dar capa tras capa para dejar la pared lisa. Las pinturas con textura (estilo rústico) quedan muy bien y disimulan perfectamente los posibles defectos del papel: uniones, parches…
Yo nunca pintaría encima del papel siempre salen burbujas.