Puede que los hayáis visto en las viejas casas de pueblo de vuestras abuelas. O en los señoriales pisos antiguos en la ciudad. Los suelos de baldosas hidráulicas eran habituales en las viviendas desde finales del siglo XIX, y ahora vuelven con toda la fuerza decorativa que poseen para convertirse en los protagonistas absolutos de los espacios. Y es que un suelo hidráulico acapara todas las miradas. Con razón.
Si por suerte vuestra casa es antigua y tiene estos maravillosos suelos, conservadlos en la medida de lo posible, ya que son pavimentos resistentes y con un poder estético fuera de lo común. Aunque los suelos antiguos tienen toda la solera que les confiere el paso del tiempo, también podéis instalar suelos hidráulicos de nueva factura.
Resistencia a prueba de pisadas
Las baldosas hidráulicas, si se fabrican según las técnicas tradicionales, han de hacerse una a una, de forma artesanal. Aunque quedan pocos talleres en España donde se fabrican suelos hidráulicos, todavía existen algunos, y siguen trabajando como antaño.
Se trata de baldosas hechas de cemento comprimido con prensas hidráulicas, lo que les da una gran resistencia y durabilidad. Como el cemento va teñido en masa, la baldosa nunca pierde los colores, ya que por mucho que pueda pulirse, siempre presenta el mismo color en todo su grosor.
Los talleres que aún continúan haciendo suelos hidráulicos repiten los diseños del siglo XIX, aunque también innovan y hacen nuevos dibujos, e incluso pueden recibir encargos de los clientes. El resultado es una amplísima variedad de modelos para elegir. Por otra parte, si crees que poner todo el suelo con el mismo dibujo podría llegar a cansarte, instala hidráulicos sólo en una parte del suelo, a modo de alfombra, y combínala con otros materiales o baldosas lisas. Además de su gran resistencia, los suelos hidráulicos apenas requieren mantenimiento.