Una obra de arte emociona. Hacer sentir y, a veces, también pensar. Levanta pasiones y no deja a nadie indiferente. Por eso, ya sea escultura, pintura o cualquier otra manifestación contemporánea, una obra de arte revaloriza el espacio donde se expone, al margen de las preferencias individuales.
Hoy me gustaría mostrarte unas esculturas que me han gustado muchísimo. Se trata de las obras del artista japonés Harumi Nakashima, realizadas en cerámica. Son, concretamente, las piezas pertenecientes a la serie “Twisting, Multiplying”.
Belleza orgánica
Las esculturas de Harumi Nakashima son intensas, potentes. Muestran una belleza orgánica que deja sin palabras al espectador. Y, precisamente, es en esa espontaneidad que transmiten, en esa fuerza especial que se deja sentir cuando uno las contempla, donde se nota que el artista se siente a gusto trabajando con la cerámica, expresándose a través de ella.
Así, cualquiera de las piezas de la serie logra transmitir sentimientos muy intensos mediante sus formas retorcidas, torturadas. El artista parece haber encontrado una válvula de escape para canalizar el dolor que hay en cada ser humano y, además, lo plasma de una forma tan bella… Yo creo que eso es lo que emociona de sus esculturas. Además, me gusta especialmente la porcelana blanca de estas piezas, decorada con lunares; su belleza intimista tan cercana.
Nacido y formado en Japón
Harumi Nakashima nació en Japón en 1950. Formado en arte y cerámica en el Osaka Collage of Art, hoy es un artista ampliamente reconocido que ha recibido numerosos premios a lo largo de su carrera, y que ha expuesto en museos y galerías de todo el mundo.
Si cualquiera de nosotros tuviésemos la suerte (o la capacidad adquisitiva) de poseer una de estas esculturas, seguro que nuestro salón se enriquecería hasta el infinito. Tanto que parecería otro.