Puertas que atraen todas las miradas


Cambiar la decoración de una estancia de arriba abajo no es siempre una ardua tarea. Tampoco se trata de hacer una gran inversión económica. En ocasiones, trastocar totalmente la atmósfera de una habitación puede hacerse con muy poco esfuerzo y un presupuesto ínfimo.

Se trata, más bien, de llevar a cabo acciones que modifiquen profundamente la esencia del espacio. Que focalicen la atención del espectador hacia otros puntos, hacia otros elementos que hasta entonces habían pasado desapercibidos. Como, por ejemplo, las puertas. Y aunque las hay especialmente bonitas, no suelen acaparar el protagonismo de un ambiente… hasta ahora.

Protagonistas indiscutibles


A partir de este momento, las puertas van a cobrar otra dimensión. Pueden ser las de entrada a la casa, las de una pequeña despensa o cuartito de los trastos, o incluso, la puerta de un armario. Lo que importa es si son especiales, raras, o peculiares. Después, hay que dotarlas de carácter, pintándolas de un color llamativo que las haga destacar aún más.

Por supuesto, el resto del ambiente ha de permanecer sereno. De lo contrario, arruinaríamos el efecto decorativo y el resultado sería nefasto. Apuesta por paredes blancas y muebles ligeros, y pinta la puerta principal de rojo, por ejemplo, o de azul eléctrico, o de verde pistacho. Triunfarás seguro.

Píntalas tú mismo

Para pintar la puerta en cuestión, una vez elegido el color y la pintura adecuados (puede ser acrílica satinada, o un esmalte de alto brillo; todo depende del efecto que quieras conseguir), coloca la puerta en una superficie horizontal que te permita trabajar con comodidad… y ¡manos a la obra! Empieza por aplicar una imprimación y cuando se haya secado, pinta los cantos de la puerta procurando no cargar mucho la brocha. Después se pintan los planos verticales y horizontales, los laterales y por último, el marco. Si lo prefieres, puedes emplear un rodillo para no dejar marcas en la pintura. Conviene aplicar al menos tres capas.

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